miércoles, 3 de febrero de 2016

No sé por qué


Cada día que empieza es un nuevo reto. Cada día que termina es un desafío completado con sudor y lágrimas. Cada momento es una manera de tortura, ya sean golpes, insultos o navajazos. En mi cuerpo tengo obras de arte hechas por mis compañeros, por sus navajas para ser más exactos. Mi cerebro va a mil por hora, pues tengo que encontrarle el significado a cada insulto, a cada cosa que me dicen. Mis reflejos están marchitos como una máquina que no se usa nunca, o una flor a la que no se le echa agua, pues no puedo, ni quiero, ni debo responder a cada golpe. Sólo puedo desear que hoy tengan un buen día mis agresores. Me podría ganar la vida en el teatro, pues tengo que fingir delante de profesores, padres, tíos y abuelos que estoy bien. Tengo que fingir que estudio, cuando no puedo parar de llorar. Tengo que fingir que en realidad saco ceros porque no me concentro, cuando en realidad es porque no me dejan concentrarme, pues hasta en los exámenes recibo insultos. Tengo que fingir que no salgo a la calle con amigos porque hace calor, o hace frío, cuando la realidad es que si salgo estaría sólo hasta que me encontrase con alguno de mis agresores que aprovechan cada momento que tienen para hacerme la vida más imposible todavía. Los mayores a esto lo llaman bullyng, yo lo llamo ser un inhumano. Inhumano el agresor, e inhumano el que soporta todo esto que a mí me está pasando. También tengo que fingir que no presto atención porque me encuentro mal, cuando en realidad, no atiendo porque no me dejan. No puedo hablar con nadie de esto, ni siquiera con los peluches que me han ocasionado todo esto. ¿¡Por qué a un chaval de catorce años no le pueden gustar los peluches!? ¿¡Por qué un chaval de catorce años no puede usar todos sus ahorros del año para ir a Disneyland-París a ver a sus ídolos, en vez de comprarse un móvil que parece un Ipad, súper grande!? No entiendo por qué. No entiendo por qué no puedo tener gustos del como dicen ellos, un crio de cinco años. Creo que no hay ningún problema en que vea dibujos que son de niños más pequeños. No sé por qué no me puede parecer guapa Minnie o por qué no me puede parecer mono Pluto. No sé por qué no puedo levantarme media hora antes para ver los dibujos que me gustan, o para ver cualquiera de las series que me gustan, y que como dicen mis compañeros, son ridículas y para niños. No sé por qué tengo que ser como ellos. No sé por qué me tiene que gustar la Play, no sé por qué tengo que tener una novia para después de un rato dejarla, alegando que es que no es mi estilo. No sé por qué tengo que tener esta basura de vida cuando a los que me hacen todo esto no les pasa nada, sólo buenas cosas y diversión. No sé por qué me han escogido a mí para ser con quién meten. No le deseó esta vida a nadie, y menos a mí, es por eso, que esta carta es mi despedida para quien la lea. Quisiera agradecer a todas las personas que si me han querido, y aunque no hayan, ni siquiera intuido mis lágrimas, me han querido siempre. Gracias mamá, gracias papá, gracias abuela, habéis sido la razón por la que no he hecho esto antes. Y gracias también a David, que aunque no haya querido juntarse conmigo porque le tiene asco a la gente que viste siempre de blanco, nunca ha potenciado que me insulten. Has sido el único, y por eso te doy muchas gracias. Si hay alguien que no haya dicho, y que crea que debería haberle nombrado, le pido perdón y quiero que sepa, que esta carta va para él también. No os asustéis cuando me veáis, esto que voy a hacer es lo mejor para mi, y para vosotros, así no veréis como me levantó antes para ver dibujos, ni como gasto todos mis ahorros en ir a ver muñequitos. Lo siento. Os quiero.
-Esta es la carta que dejó Alfredo antes de que le encontraran en el otro mundo. Impactante carta en la que explica las razones que le llevaron a cometer tal locura. Ahora, sólo falta encontrar a quien Alfredo nombra en la carta - anunció el presentador de Telecinco entre sollozo y sollozo de la madre de Alfredo.

                                                                                                                                 -By A.

lunes, 1 de febrero de 2016

Tratémonos como merecemos

Siempre lo hacemos, tal vez sin darnos cuenta. Pero después de que pase un tiempo desde que conoces a alguien lo dejas de tratar con cuidado, como las cosas que tenemos.
¿Tratas igual a tu móvil recién comprado que con el que llevas casi dos años?¿Tratas igual a esas zapatillas que te acaban de regalar igual que a las zapatillas que tienen un año? No, ¿verdad? Dejas con cuidado en la mesa el móvil que te acabas de comprar, con miedo a que se raye, mientras que tu móvil de dos años lo tiras a la cama sin cuidado. Llegas de clase y te quitas las zapatillas con cuidado, sin que se manchen, en cambio, las otras te las quitas con los pies, dándote igual si se te manchan o no. Y sin darnos cuenta, hacemos eso mismo con las personas.
¿Acaso le sigues recordando a tu gran amig@ cuanto le quieres?¿Le recuerdas lo genial qué es?¿Le sigues tratando con cuidado, con miedo a perderl@? Posiblemente no, ¿por qué?
No es tan difícil, seguramente incluso le alegres el día. Tal vez esa persona lo necesite, tal vez ha tenido un mal día, quién sabe.
Debemos aprender a saber tratar personas como si fueran valiosos tesoros. Porque lo son.